Recién el pasado 2 de mayo el presidente
Nicolás Maduro mencionó que Cilia Flores era la primera dama de la República
Bolivariana de Venezuela. Hasta entonces se había negado calificar así en
público a su compañera, acaso para darle la espalda al protocolo, algo tan
consustancial al chavismo, pero también porque lo consideraba como una
trivialidad burguesa. “Ese es un concepto de alta alcurnia”, explicó el hoy jefe
de Estado el día que inscribió su candidatura. Prefirió entonces endilgarle un
mote más ridículo –La Primera
Combatiente de la República- como para seguir impostando la falsa epopeya de la
revolución bolivariana.
Cilia Flores no parece haber nacido para
encargarse sólo de la Fundación del Niño, o para llevar una vida discreta y
estrechar la mano de los jefes de Estado que visitan Venezuela. Nacida hace 60
años en un hogar pobre en Tinaquillo, estado Cojedes, en el centro de Venezuela,
Flores es una mujer hecha a sí misma, con una vida sin relumbrones de éxito –un
matrimonio, tres hijos, licenciada en Derecho con concentración en el área
laboral y penal- y sin perspectiva alguna de incorporarse a la lucha política
hasta que le deslumbró la gesta golpista de Hugo Chávez el 4 de febrero de
1992.
De inmediato se sumó a la lista de groupies que hizo largas filas en la
prisión donde estaba el comandante para conocerlo y ofrecerle su ayuda
profesional. La historiografía oficial ha querido usar ese hecho para
posicionarla como una de las abogadas que gestionó el indulto de Chávez y sus
compañeros de armas en 1994. Javier Elechiguerra, ex fiscal general de la
República (1999-2000) y líder de los abogados que entonces defendían a los
líderes golpistas, no la recuerda dentro del equipo de juristas. Aunque tal vez,
concede, sí haya formado parte de la representación de los oficiales de menor
jerarquía que estaban detenidos en otras prisiones de Venezuela.
Esa mentira blanca, en todo caso, no
demerita lo hecho por Flores en los años posteriores a la asonada golpista.
Nicolás Maduro ha contado que la policía política de la época la persiguió
hasta espantarle los clientes. Su matrimonio se hizo trizas. En 1993 fundó el
Círculo Bolivariano de Derechos Humanos y se sumó al génesis del chavismo, el
partido MBR-200. En esos afanes se enamoraron y se sumaron a un equipo que
empezó recorriendo el país por carretera, hablando ante escasas concurrencias
mediante micrófonos desde tarimas improvisadas en camionetas, y terminó en 1998
convertido en una riada.
Cilia Flores fue electa como diputada
ese mismo año, poco antes de la primera victoria de Hugo Chávez, el 6 de
diciembre de 1998, y formó parte del grupo que recibió de la gestión saliente
los informes de la situación del Ministerio del Interior y la Policía
Científica. Fue reelecta en su curul en 2000, poco después fue jefa de la
fracción y en 2006 sucedió a su marido en la presidencia de la Asamblea
Nacional hasta 2011, cuando fue nombrada Procuradora General de la República.
Su gestión dejó varias heridas de guerra
para la libertad de información. Prohibió el libre desplazamiento de la prensa
independiente por los pasillos del hemiciclo de sesiones, y la confinó a un
salón donde los periodistas pueden ver la sesión a través de la transmisión
oficial de la televisión; diseñó un canal –ANTV- que responde a los intereses
del partido de gobierno, que ataca a los parlamentarios disidentes y censura
todo aquello que no conviene transmitir, como la brutal paliza que recibieron dirigentes
de oposición el martes 30 de abril en la sesión ordinaria.
Flores también influyó en la
contratación de 37 personas cercanas a su entorno en el Parlamento, de acuerdo
con las denuncias hechas en la prensa por la Unión de
Trabajadores y Empleados de la Asamblea Nacional, incluyendo cuatro hermanos,
dos sobrinos, dos primos y su ex esposo, padre de sus dos hijos. De esa
y otras salió bien librada y con el espaldarazo del comandante presidente, que
siempre reconoció en público su lealtad. La suya fue una contribución
fundamental para la profundización del socialismo chavista. Tras el fracaso de
la reforma constitucional intentada por Chávez en 2007, la hoy primera dama
maniobró para complacer los caprichos del comandante presidente, que quería
relegirse por siempre en el cargo e instaurar su modelo a través de leyes
aprobadas por el Poder Ejecutivo. Sin duda ha sido la dirigente más importante
del Partido Socialista Unido de Venezuela.
“Tiene un carácter candela
pura (muy fuerte). Es tan fuerte en la casa como lo que mostraba en el
Parlamento. Pero yo me impongo con fuerza. La última palabra siempre la tengo
yo, cuando le digo 'así es, mi amor”, ironizó Maduro al presentarla durante la
campaña presidencial.
Ismael García, quien se separó de la
coalición chavista junto al partido Podemos tras manifestarse en desacuerdo con
la reforma, y hoy es diputado opositor afirma: “Yo la conocí como una mujer muy
humilde. Esa no es la persona que yo conocí. Dicen que la verdadera
personalidad de la gente emerge cuando se arriman al poder o lo ejercen”.
Por el momento Flores acompaña a Maduro
en sus giras como parte de un equipo político cercano al mandatario. Ha sido
nombrada por su marido para iniciar diálogos con el sector de la oposición que
reconozca la legitimidad del Presidente. Tal vez su bajo perfil sea apenas un
retiro táctico. Cuando Maduro asumió como Presidente hizo suyas las palabras
que alguna vez dijo Hugo Chávez en alguna de sus torrenciales discursos.
“Quiero entregarle la banda presidencial a una mujer”.