12 de octubre de 2013

Adiós, Farías, Adiós





Venezuela llegó a su último partido de las eliminatorias a Brasil 2014 con una vela prendida a los santos y con todo en contra. Debía golear a Paraguay por dos o más goles y dejar la valla en cero. Por más que la albirroja sea el mustio recuerdo del equipo que disputó los cuartos de final en el Mundial de Sudáfrica, aún es el maestro que dicta cátedra de cómo defenderse y salir al contragolpe. No sólo eso. Ecuador también debía golear a Uruguay en Quito. Sólo entonces la Vinotinto podía aspirar a que Argentina en la última jornada también goleara a los charrúas para que la diferencia de goles le permitiera disputar la repesca ante Jordania. Pasó lo que tenía que pasar. La ansiedad jugó en contra y el equipo no pudo ejecutar a la perfección el plan de anotar temprano y manejar la pelota. El cotejo terminó en un empate a un gol que cancela en definitiva la matemática oportunidad que tenía el seleccionado local.

Es un hecho: Venezuela es un equipo con un talento limitado cuando las lesiones llegan en tropel. Quitarle tres piezas clave –Tomás Rincón, Salomón Rondón y César González- convierte a la Vinotinto en un equipo voluntarista y que traslada en demasía la pelota. Lo hizo una y otra vez Alexánder González cumpliendo quizá con la estrategia del técnico Farías de plantear duelos individuales para sacar provecho de su rapidez y juventud. Pero la última línea de Paraguay, comandado por ese viejo zorro llamado Paulo Da Silva, siempre supo ubicarse para contrarrestar con maña el desparpajo del joven lateral derecho venezolano. También lo intentó Yohandry Orozco, otro de los jugones locales, con mucho más tino, eso sí, para soltar la pelota a tiempo y probar desde fuera del área.  
No hubo manera de compensar con una victoria la entrega de los jugadores. Quizá hubiese sido el justo premio para homenajear al mejor jugador venezolano de todos los tiempos, Juan Arango, que ha disputado su última eliminatoria. Con 33 años Arango es el jugador que nunca tuvo este país. Inteligente para distribuir el juego, con una educada pierna zurda, Venezuela lo echará mucho de menos de aquí en adelante. Le ha regalado a la afición goles de Play Station. Paraguay, que llegaba como la víctima adecuada por una insólita falla de planificación, tampoco lo sufrirá más.
Eliminados desde hace varias jornadas, sin otro estímulo que cumplir con decoro ante un rival al que siempre han dominado, la albirroja decidió salir un día antes del partido desde Asunción. A poco de despegar tuvieron que volver al aeropuerto por problemas en el tren de aterrizaje. Tras corregir el desperfecto volvieron a alzar vuelo hacia San Cristóbal con una escala previa en Manaos, Brasil. Los recibió uno de los clásicos cortes del fluido eléctrico que acogotan a los venezolanos. Llegaron en la madrugada de este viernes con apenas tiempo para dormir y presentarse este viernes en el estadio.
Ese cansancio se notó en el segundo tiempo, cuando Venezuela, espoleada por el público, adelantó sus líneas y jugó en la parcela rival ganando todas las pelotas divididas con un inmenso Fernando Amorebieta. El gol llegó a diez minutos del final con un zurdazo de Seijas desde fuera del área al palo más lejano de Villar. Farías ya había quemado las naves sumando a otro delantero y a un volante ofensivo. Ese cambio de actitud en un técnico que arma sus equipos a partir de la solidez del bloque defensivo se echó de menos en los partidos previos, cuando era imperativo sumar puntos de local para no depender en las últimas fechas de los milagros del Altísimo. La Venezuela de Farías sólo buscó los juegos obligada por las circunstancias. Tan conservador planteamiento provocó la antipatía de buena parte de la afición a medida que pasaban los minutos y la eliminación ya era un hecho. Sus detractores jamás le perdonaron la renuncia al desparpajo con el que jugaba la versión de Richard Páez, su antecesor en el cargo.
Existe la sensación, no compartida por Farías en la rueda de prensa posterior al cotejo, de que Venezuela dejó pasar una oportunidad única para ir al Mundial. Todos los factores jugaban a favor. Brasil estaba clasificado por ser sede y se disputaban cuatro cupos y medio en la Conmebol con la mejor generación de jugadores que ha tenido este país. No se ha podido. Ahora toca esperar otros cuatro años para ver si es posible romper la marquesina que indica que Venezuela es la única selección de Sudamérica que aún no ha disputado la fase final de una copa del mundo.