14 de septiembre de 2006

Riquelme

"El Romántico" - así le dice, con absoluta pertinencia, un narrador argentino- se ha retirado de la selección argentina. Ha largado todo por la causa más noble del mundo: la tranquilidad de su madre. Anoche lo entrevistaron en un late show de Buenos Aires y superó su parquedad genética para hablar largo y tendido: "He tomado la decisión de no formar parte de la selección a partir de ahora y que nada. Fue una decisión..., no me llevó mucho pensarlo... Tengo que pensar en la salud de mi mamá y eso hizo que la decisión fuera bastante fácil. Desde que finalizó el Mundial mi mamá ha terminado internada dos veces. Siempre tuve las cosas bastante claras: antes que el fútbol está mi familia, más mi vieja, que es lo más grande que tengo en la vida y mi responsabilidad es cuidarla y tenerla todo el tiempo que más pueda. No tengo ningún derecho en hacerla sufrir a ella porque yo quiera jugar con la camiseta de mi país".
El Coco Basile, que le había dado la cinta de capitán, entendió sus razones y ya le busca sustituto. No será fácil, porque no hay un tipo con una pierna tan obediente como su derecha. Cuando cobra un tiro libre, o un saque de esquina, los arqueros no saben si salir a cortar el centro o quedarse bajo el larguero. Alguna vez escuché a Rafael Dudamel, el portero de la selección de Venezuela, decir que la pelota pateada por Riquelme parece perder velocidad cuando se acerca, aunque en realidad viene con más impulso.
De acuerdo con las encuestas en línea, los fanáticos creen que Pablo Aimar podrá generar tantas ocasiones de gol como Román. Yo no lo creo. Riquelme es tal vez uno de los últimos representantes de la cofradía de los números 10. El fútbol de hoy desprecia la pausa y admira a los descerebrados que corren sin parar. Lo que preocupa es que los argentinos, que en vez de pronunciar el número 10 luego del 9 dicen "Diego", hayan perdido la paciencia con la madre de su heredero.