27 de junio de 2007

Pesó demasiado la obligación de ganar


Termina el partido y el marcador refleja un empate a 2. Creo que jugamos uno de los peores partidos de la era de Richard Páez. Vera no llegaba a una pelota, Juan Arango se me pareció demasiado al de las tardes intrascendentes en el Mallorca y los laterales jamás volvieron a tiempo para los cierres. De hecho, la jugada que termina en el autogol de Cichero nace porque nadie cubrió a tiempo la galopada de Héctor González por el lateral derecho. Jaime Moreno corrió 30 metros y nadie lo detuvo. Primera bofetada para los bocones que decían que Venezuela estaba en un grupo fácil.

Justo es decir, sin embargo, que el árbitro Mauricio Reinoso se comió un penalti sobre la hora que le cometieron a Jorge Rojas. Vi varias veces la repetición de la jugada y aprecié el contacto de la rodilla del defensa boliviano con el muslo del "Zurdo". El posible gol hubiera sido una injusticia con Bolivia, pero a veces el marcador final de los partidos no refleja lo que ocurrió en la cancha.

La selección obtuvo buenos resultados desde 2001 porque no estábamos obligados a nada. No teníamos la presión de demostrar que había que clasificar a un mundial. Sólo bastaba cuajar buenas actuaciones y saber administrar las victorias parciales que de vez en cuando conseguíamos en casa. La eliminatoria a Alemania 2006 permitió saldar esa deuda que teníamos con nosotros mismos. ¿Quién recuerda el empate de Chile sobre la hora en Barinas? ¿Cómo olvidar el partido igualado con Colombia después de ir ganado por 2 a 0? Dejamos demasiados puntos en el camino.

Veo a la selección superada por el compromiso de trascender a la segunda fase. Es la primera vez que a Venezuela se le exige algo. No es un futuro auspicioso el que viene. Ahora toca Perú, cuyo tridente no perdonará, como sí lo hizo Bolivia. Ojalá todo cambie.

21 de junio de 2007

90 minutos para saber quiénes somos


Miré al piso después de culminar la primera etapa del partido. Recordé entonces los viejos tiempos: las goleadas de escándalo, la banderita arrugada, las lagrimas surcando los acantilados de los pómulos a la salida del estadio. Anoche viajé diez o quince años al pasado. No sé cuántas veces hice el trayecto, pero supongo que fueron tantas como las oportunidades que vi el resultado en el generador de caracteres de la transmisión de televisión: Venezuela 1 - Euskadi 4.
Hay cosas que me preocupan de la selección de Venezuela que se prepara para la Copa América. Ese exceso de triunfalismo -que los jugadores niegan, pero que es evidente a la vista-, la desfachatez de Richard Páez al querer jugar con un solo mediocentro y con dos laterales que más bien son extremos, el miedo de jugadores profesionales que no soportan los gritos de 40.000 personas. No respaldo a quienes piensan que los rivales que nos tocaron en el sorteo -Bolivia, Peru y Uruguay- son más accesibles que los otros países. Salvando la presencia de Brasil y Argentina, que pertenecen a otra galaxia futbolística, a nosotros nos cuesta mucho con cualquiera.
En el premundial pasado Bolivia nos ganaba hasta el minuto 89, cuando Rey, de tiro libre, y Arango, con un zurdazo de leyenda, remontaron la cuesta. Nada hace presagiar que esta vez será distinto. Nuestros jugadores, salvo por dos o tres posiciones, son los mismos de aquella vez. Perú tiene a tres delanteros que juegan en los mejores equipos de Europa y Uruguay no está en manos del mismo bocazas del 0 -3 en el Centenario. Yo prefiero ser más cauto. No pasaremos en el primer lugar del grupo y sí tal vez de segundos o incluso de terceros. Este país tiene ahora muy buenos estadios, pero su estructura futbolística es la misma de siempre.
Nos queda rezarle a los jugadores silvestres que produce este fútbol, a los Juan Arango, César González o Giancarlo Maldonado para que durante la Copa América tengan tres noches inolvidables. Porque si los tres partidos que nos corresponde jugar en la primera ronda de la Copa América son como los del primer tiempo de anoche podemos irnos despidiendo. Ayer entendí que el fútbol venezolano, como la marea, está alta o baja. Nunca se sabe cómo viene la mano.






13 de junio de 2007

Frida Kahlo pret a porter



Todas las feministas del mundo tienen en Frida Kalho a un modelo. Nadie como ella para encarnar el donaire que tienen algunas de esas mujeres. Bigotuda, aindiada, eternamente coronada con arreglos florales, con sus eternos vestidos étnicos, de una fuerte personalidad y una conciencia sexual inédita para la época que le tocó vivir, la pintora mexicana es también la representación artística del dolor y el sufrimiento. Es un sentido objeto de culto para los mexicanos y ha traspasado las fronteras de su país. Madonna quedó tan prendada que incluso conversó con sus descendientes para conocer más detalles de una existencia tan traumática como luminosa.
Salma Hayek divulgó su obra por el mundo cuando en 2003 protagonizó Frida, un filme insípido, que apenas roza facetas comercialmente explotables de la vida de la artista: el accidente a bordo de un carro por puesto que la dejó confinada a la cárcel de una silla de ruedas, los desplantes de Diego Rivera, las dificultades para desarrollar su obra debido a los impedimentos físicos... Cuando vi hace cuatro años la película pude entender la furia de los argentinos con la versión pop de Evita que protagonizó Madonna a principios de la década de 1990. En el afán de sintetizar, Hollywood suele reducir a cenizas los verdaderos afanes de una existencia.
Ahora Carlos Dorado, el jefazo de la empresa Italcambio, que como buena parte del mundo la conoció a través del estereotipo que encarnó Salma Hayek, está encantado con Frida. Ha dicho que la vio por primera vez en el estampado de una franela de un empleado de sus empresas y que desde entonces no la perdió de vista. Poco después de ver la cinta contactó a los herederos y adquirió los derechos de explotación y comercialización del nombre. Algunas revistas como Gatopardo temen que Dorado, en el afán de llenarse de dinero, pervierta el legado de una artista que abrazó el comunismo.
No me consta que Dorado sea el típico ricachón ignorante. Me parece, en cambio, un pantallero. Cuando vivía en Venezuela le pidió al diario El Universal, de Caracas, que publicara sus artículos al revés, de tal forma que el lector debía voltear la página si quería entrarle a sus ideas, que generalmente remitían a las pavosas enseñanzas de sus antepasados gallegos. Quería dar la impresión de que con la conducción de Chávez el país estaba patas arriba. No concibo a un editor complaciendo semejante ridiculez, pero en este país se ve cada cosa...
Un ricachón como Dorado no es de suyo insensible a las satisfacciones del espíritu. Pero al conocer sus planes para mercadear a Frida como si fuera un desodorante no puedo sino alzar mi voz. Que quede claro que no me opongo al legítimo derecho que tiene cualquier empresario de forrarse en billete de la manera que crea más conveniente, pero no hasta el punto de convertir a Frida en un artículo pret a porter. Gracias a Dorado tendremos a Frida en zapatillas modelo Converse, en botellas de Tequila, en perfumes, prendas de vestir y toda clase de cremas para el cuerpo. Me pregunto si Frida hubiera querido verse promoviendo el capitalismo que siempre criticó. Me pregunto si estaría de acuerdo con que su cara apareciera en franelas usadas por mujeres imperturbables frente al drama de los que nada tienen. Me pregunto si ella, que fue la negación a conciencia de la belleza física, se estará revolviendo en su tumba.
Yo aquí insistiendo con mis estupideces. A la hora de ganar dinero poco importa la ética.

10 de junio de 2007

La ranchera chavista


De Hugo Chávez admiro su capacidad de reacción. Es un hombre al que le temo más cuando calla que cuando habla. Chávez calló durante la semana posterior al cierre de Radio Caracas Televisión, mientras los artistas y el personal de la planta denunciaban el atropello cometido. Lo imagino ante un panel de televisión midiendo el impacto de la manifestación estudiantil que se opuso a la medida. Durante esta semana el Gobierno ha organizado un contraataque feroz. Mucho me temo que mientras escribo esta nota se haya diluido el impacto inicial que la decisión de terminar la concesión causó en el chavismo.

Es cierto que después de ocho años esta es la primera medida que enfrenta al público que admira a Chávez con la arbitrariedad que caracteriza al Presidente. También es cierto que es la primera vez que el discurso de la libertad de expresión y la democracia ha bajado de su torre de marfil para instalarse en la cotidianidad del pueblo llano. Finalmente podemos exhibir una prueba concreta que limita nuestra capacidad de elegir qué quéremos hacer. Pero no es menos cierto que esa certeza y la robusta presencia estudiantil en las calles del país no basta para decir que "Chávez está técnicamente caído".

El domingo 10 de junio Oscar Schemel, de Hinterlaces, afirma en El Universal que "las recientes medidas tomadas por el presidente Chávez son percibidas como autoritarias por el 63% de la población. El arrastre del jefe del Estado va en franco descenso". Yo sinceramente no lo creo. Chávez, que obviamente no midió el impacto que la decisión tendría incluso entre los suyos, tiene aún muchas cartas bajo la manga. Además, considero que hay que esperar que baje la marea para medir con certeza si la popularidad del Presidente va cayendo. ¿Se puede hacer una lectura seria de la merma de la popularidad cuando apenas han transcurrido 15 días del cierre de RCTV y no ha disminuido la conmoción? Calma y cordura, decía el viejo Eleazar López Contreras. Nadie puede celebrar que el fin está cerca. Chávez todavía sigue siendo el rey.

2 de junio de 2007

Lionel Messi por Juan Villoro


La revista colombiana Soho publicó una reflexión del escritor mexicano Juan Villoro sobre Lionel Messi, a propósito del maradoniano gol que le marcó al Getafe por las semifinales de la Copa del Rey en abril pasado. Al hombre del Barcelona tendremos la fortuna de verlo aquí en Venezuela durante la Copa América. Ojalá regale las flores de su talento a quienes ya compramos una entrada para ver al seleccionado argentino.

En este texto que copio a continuación está todo lo que uno puede decir sobre Messi. Le dice mucho a quienes tuvimos la fortuna de ver en vivo y directo el gol que Diego Maradona le marcó a Inglaterra en México 86. El deja vu fue inevitable. Razón tiene Villoro cuando dice que el fútbol es la incalculable actividad donde lo único ocurre dos veces.



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El gol de Messi

Juan Villoro



La imaginación suele ser desafiada por goles fantasma. ¿Entró la pelota en la portería o botó en la línea para huir del arco? En casos de alta indefinición, nuestras preferencias resuelven lo que los ojos no pudieron ver.
El pasado 18 de abril, Lionel Messi, delantero del Barcelona, produjo una nueva clase de gol fantasmagórico: la copia de una anotación que parecía irrepetible. Veintiún años después de que Maradona burlara a media docena de ingleses en el Mundial de México, Messi repitió la proeza ante el Getafe. Ambas jugadas ocurrieron en la misma zona del campo, duraron once segundos y fueron ejecutadas por argentinos en estado de desmesura.
El gol de Messi permite pensar en el extraño arte del copista. El escritor argentino Juan Sasturain comparó al delantero con Pierre Menard, el personaje de Borges que dedicó su vida a calcar el Quijote palabra por palabra. Con desafiante ironía, Borges presenta a un tarado que sin embargo tiene un sesgo genial, pues obliga a que "su" Quijote no sea leído como una obra renacentista sino contemporánea. El contexto define el sentido del arte. Borges se burla de las exageradas interpretaciones de los críticos, pero también plantea la posibilidad de que alguien sea original como segundo autor de una obra. Tal fue el caso de Duchamp con la Mona Lisa de Leonardo. Un buen día le pintó bigotes para desacralizar la imagen clásica. Luego le quitó los bigotes y el cuadro quedó como siempre, solo que ahora se trataba de una Mona Lisa "afeitada". El gol de Messi expresa de manera sencilla y contundente la capacidad creativa de un imitador. Su jugada fue un prodigio que a nadie se le ocurrió considerar original. Al respecto escribe Sasturain: "En estos tiempos de fútbol mecanizado y jugadas preconcebidas con ejecutores obedientes, no es demasiado raro que se vean goles iguales a otros —hay infinidad de casos en que se repiten calcados circunstancias y desempeños—; lo extraordinario del caso es que, precisamente, lo que se veía mágicamente repetido era lo —por definición— irrepetible, lo excepcional: el mejor gol de la historia. El de Messi no era ni mejor ni peor: era, de un modo inquietante, igual". Al modo de Pierre Menard, Messi fue autor de una obra maestra que ya existía.
Hasta ese momento, el gol de Diego tenía una forma casi abusiva de ser el mejor de todos. El capitán argentino se singularizó de manera histórica en un Mundial, ante una escuadra de enorme jerarquía. Nunca antes ni después un jugador gravitó tanto en el ánimo de los suyos. En 1986 Maradona dejó la impresión de que bastaba darle la pelota para que hiciera campeón a su equipo. El Negro Enrique, que le cedió el balón en medio campo, resumió la "diegodependencia" picardía de barrio: "¿Viste qué pase de gol te puse?". Aquella jugada de trámite en el centro de la cancha había sido, en efecto, un pase de gol para el desaforado 10 de Argentina.
Como al fútbol le gusta perfeccionar mitologías, el tanto legítimo de Maradona fue acompañado del que anotó con el puño y rebautizó como "la mano de Dios". Diego selló la historia del fútbol con la dualidad o duplicidad de su talento: durante 90 minutos de verano fue Jekyll y Hyde ante Inglaterra.
La versión de Messi de la jugada en que un exagerado marea a medio equipo, desconcierta como un milagro: el mejor gol son dos. Aunque el de Diego tiene mayor importancia por haber ocurrido en un Mundial, el de Messi reproduce el exceso segundo a segundo sin adelgazarla en lo más mínimo, cumpliendo con los requisitos del copista y del aparecido (en este caso lo fantasmal no consistió en perder de vista la jugada, sino en verla demasiado).
Como sugiere Jorge Valdano, lo asombroso no solo fue la ávida reiteración de Messi, sino que el destino le propusiera los mismos obstáculos. Veintiún años después los defensas se esforzaron en los mismos lugares de la cancha con pulcritud de seres hipnotizados en favor de una buena causa. Nadie frenó el portento con una artera zancadilla.
Lo extraordinario despierta suspicacias en un mundo imperfecto y no faltan quienes opinen que los goles de Maradona y Messi podrían haber sido evitados con el sencillo recurso de la fuerza bruta. Pero este argumento cojea como si lo hubieran pateado. La veloz carrera con el balón junto al pie, practicando quiebres de escapista, solo se hubiera impedido con un desfiguro mayúsculo, un lance de lucha libre digno de un rubor que se hubiera materializado en tarjeta roja.
Cuando Víctor Hugo Morales, impar cronista de la radio argentina, narró el gol de Diego en el Estadio Azteca, buscó una metáfora urgente para condensar la escena y le gritó al delantero: "¡Barrilete cósmico! ¿De qué planeta viniste?". Aquello parecía el abuso de un marciano ante meros terrícolas. La jugada cristalizó en la memoria como lo inaudito —el gol extraterrestre— que no volveríamos a ver.
En cambio, el episodio protagonizado por Messi no sugirió a un ser de otra galaxia, sino al terrícola más raro. Ante sus gambetas en serie, los locutores dijeron: "Maradona". La imposible imitación había ocurrido.
La única diferencia significativa entre los dos goles es que Diego anotó de zurda y Lionel de derecha. El asombro superior de la jugada proviene de su condición de espejo. Durante once segundos, guiado por el impulso anotador, Messi no podía saber que imitaba el complicado tanto de Maradona; actuaba con la espontaneidad de un doble: el otro era el mismo. Al disparar, anotó dos veces, en la cancha del Barcelona y en el recuerdo de los hinchas deslumbrados por el gol de Maradona.
1986, 2007. Esas son las fechas. Lo raro, lo fascinante, es que ninguno de los dos goles desmerece en la comparación. El primero se refuerza como profecía del que vendrá, el segundo como cita clásica.
En el mundo de la acción no existe el plagio ni el derecho de autor. El gol de Messi solo puede ser virtuoso. Convirtió al fútbol en la incalculable actividad donde lo único ocurre dos veces.

1 de junio de 2007

La doctrina RCTV

Mientras escribo estas líneas, los estudiantes universitarios pretenden caminar hacia el centro de Caracas. Están en todo su derecho, aunque saben que pueden morir en el intento. Cada tanto vienen a mí ráfagas de imágenes de lo que viví el 11 de abril de 2002. Mi trabajo queda muy cerca de la avenida Baralt -el escenario de las más violentas refriegas de aquella tarde asoleada- y se escuchan con facilidad balazos, cornetazos y mentadas de madre. Hace cinco años también vi los cuerpos malheridos a mi lado. Recuerdo el de un señor que al día siguiente salió en las tapas de todos los diarios recubierto con una bandera de Venezuela. El hombre había quedado boca arriba. Los hilos de sangre cruzaban por las costillas y desembocaban en un pequeño pozo color carmesí que se formó a su lado.
Nunca desde esos días presentí la cercanía de la muerte. Son horas de mucha locura y otra vez Hugo Chávez es el principal responsable; pero a diferencia de lo que ocurrió durante el paro petrolero, e incluso durante el golpe de Estado hace cinco años, Chávez ha manejado de forma torpe su pleito con Marcel Granier, tanto que el presidente de las empresas 1BC ha quedado como el adalid de la libertad de expresión. ¿Sabrá el lector que Marcel, como los demás dueños y directivos de empresas periodísticas, sólo practica la libertad de expresión cuando no coincide con sus intereses?
Chávez tiene entre sus fauces el afrancesado bigote de Granier y muchos equivocados lo celebran. Ninguno de los chavistas quiere ver que el gobierno está usando la hoja de parra del adecentamiento de la televisión venezolana para encubrir una decisión política y arbitraria. Yo hace muchos años que dejé de ver ese canal porque su programación me parecía una afrenta a la imaginación y la inteligencia. Era evidente que en la pantalla quedaba de manifiesto el desprecio que sus directivos sentían -sienten- por el público que les dispensó su atención durante 53 años. Productos producidos con el mínimo esfuerzo y el lenguaje más burdo posible. Pero no puede venir el Gobierno a decir que no le renueva la concesión porque quiere adecentar la pantalla. Noche a noche el canal del Estado demuestra que La Hojilla también puede ser tan balurda como la novela de las nueve.
Marcel Granier está endiosado y lo está aprovechando. Anoche vi a Oscar Schemel, de Hinterlaces, diciendo que el directivo tiene una imagen favorable en una encuesta telefónica efectuada recientemente. A más de la mitad de los consultados les cae en gracia y poco más del 20% lo rechaza. Esa imagen ha subido después de la puesta en escena del domingo y los días subsiguientes. Las muy sinceras lágrimas de los desempleados han sumado puntos para la causa de Marcel. Y ya van a ver por qué.
El otro día conversé con una vieja amiga de Televen. Habíamos participado en un programa de televisión sobre la libertad de expresión. A la salida me contó que a un grupo de reporteros de la planta les prohibieron la entrada al Canal 2 el domingo del holocausto. "¿Y por qué les impidieron el paso?", pregunté. "Porque nosotros no nos comportamos patria o muerte con ellos, que querían hacer ver que, salvo por Globovisión, estaban sólos en esta lucha".
Yo podría hacer otras especulaciones: RCTV, herido por la cínica actitud de Gustavo Cisneros, pretende colocar al país antichavista -que no es poco- en contra de Venevisión y evitar que Televen ocupe el espacio publicitario que 1BC deja en el espacio radioeléctrico. Tengo, sí, la certeza de que Radio Caracas Televisión pretende cabalgar sobre nuestro legítimo descontento para aplicar la doctrina Bush hijo: estás conmigo o contra mi. Ni Chávez ni RCTV tienen el derecho de aplicar el apartheid a quien no piensa como ellos. Viajamos sin escalas hacia un conflicto mucho más grave del que intuímos, aunque el discurso indique lo contrario. "Quieta es el agua de la desgracia", reza la primera línea de un inolvidable poema del argentino Guillermo Saavedra. Detrás de los mansos riachuelos duerme la furia de la corriente.